10 de marzo de 2014
AUTOR
NSE. MARITA CASTRO
Directora Asociación Educar
Desde tiempos inmemoriales se sabe que las emociones nos influyen y diversos trabajos científicos avalan la importancia que tiene el estado emocional para nuestra UCCM (unidad cuerpo cerebro mente). De hecho, estudios recientes presentan cómo distintos tipos de felicidad pueden influir en nuestro genoma de maneras muy diferentes.
Barbara Fredrickson, una reconocida investigadora de las emociones del Laboratorio de Emociones Positivas y Psicofisiología en la Universidad de Carolina del Norte, ha estudiado durante más de 20 años el impacto físico y psicológico de la emoción positiva.
Para profundizar y descubrir aún más sobre este tema, la científica trabajó conjuntamente con Steven Cole, profesor de medicina, psiquiatría y ciencias del comportamiento de la Universidad de California. La nueva propuesta de ambos fue la de examinar la influencia biológica que produce el bienestar hedónico y el eudomónico en el genoma humano.
Ya Aristóteles, 3500 años atrás, expresaba que la felicidad dependía de dos componentes:
- La hedonia, que es la capacidad de sentir placer a corto plazo.
- La eudaimonia, que significa el poder encontrarle el sentido a la vida.
El bienestar, o placer hedónico, se logra a través de experiencias positivas de auto-gratificación como comer alimentos que nos resultan deliciosos, oler flores, etc. En cambio, el eudemónico proviene de tener un propósito y un sentido de la vida trascendente.
La investigación fue realizada entre 80 adultos saludables, a quienes se les extrajo material genético de su sangre y se les estudió las respuestas inflamatorias y antivirales.
En este trabajo, los científicos pudieron observar que las personas con un bienestar eudomónico alto tienen perfiles de expresión genética muy favorables en sus células inmunes. Esto se traduce en un menor nivel de la expresión génica inflamatoria y una fuerte expresión génica antiviral y de anticuerpos.
Las personas que, en cambio, mostraban niveles relativamente altos de bienestar hedónico, presentaron todo lo contrario. Tenían altos niveles de inflamación y una baja expresión génica antiviral y de anticuerpo. Estas características son similares a los de quienes están deprimidas o experimentan mucho estrés.
La inflamación es la primera línea de defensa en contra de la infección, por lo que es muy útil. Sin embargo, cuando el cuerpo produce inflamación durante un periodo prolongado puede causar daños colaterales en los tejidos.
En trabajos anteriores, estos investigadores habían podido observar cómo afectan las etapas prolongados de estrés, amenaza o incertidumbre al sistema inmune. La respuesta que encontraron permite reflexionar sobre cómo placeres de corto plazo pueden afectarnos en el largo plazo y, por el contrario, cómo hacer el bien nos beneficia notablemente.
En otro trabajo interesante sobre el placer que nos da el ayudar ―liderada por Naomi Eisenberger, directora del Laboratorio de Neurociencia Afectiva y Social de la Universidad de California― se observaron los cerebros de un cierto número de voluntarias mientras les permitían auxiliar, o no, a sus parejas cuando recibían una moderada descarga eléctrica.
Los resultados presentaron que cuando las mujeres tenían la posibilidad de apoyar a sus parejas, las áreas cerebrales relacionadas con la recompensa se activaban, algo que no sucedía cuando no podían hacerlo.

Las zonas que se encendían cuando ayudaban a sus parejas ―aunque no fuera más que sosteniéndoles el brazo mientras recibían la descarga― eran el núcleo accumbens y el área septal (relacionadas con la recompensa cerebral). Las participantes en las cuales se observaba mayor actividad en estas zonas eran también las que expresaban sentirse más unidas y conectadas con sus parejas.
Debemos tener presente que somos seres altamente sociales y que nuestra supervivencia se debe en gran parte a la capacidad de aquellos homo sapiens sapiens que en grupo enfrentaron los peligros en la sábana africana. Trabajos como los de Matthew Lieberman, de la Universidad de California, presentan el modo en cómo nos afecta negativamente el dolor emocional que produce el aislamiento o la no integración social.
Por ello, desde la Neurosicoeducación se busca contribuir para que todos podamos disfrutar del mayor placer que existe, para encontrarle el sentido trascendente a nuestra vida y a lo que hacemos en ella. En donde cuidar y alcanzar nuestro bienestar es importante, pero conjuntamente con el de las otras personas, especies y planeta en el cual vivimos. Esta nueva investigación nos permite comprender que además mejoramos con ello a nuestro genoma.
¡No quedan dudas de que la trascendencia vale la pena!
Bibliografía:
- Fredricksona BL, Grewenb KM, Coffeya KA, Algoea SB, Firestinea AM, Arevaloc JMG, Mac J, Colec SW. A functional genomic perspective on human well-being. Edited* by Burton H. Singer, University of Florida, Gainesville, FL, and approved July 2, 2013 (received for review March 20, 2013).